El extremo de más allá del mundo

[singlepic id=2167 w=320 h=240 float=right]Es temprano en la mañana, viajé toda la noche para llegar a San José, pongo un tapete en el piso, es esta la antesala de la espera, me siento a mirar el horizonte con los audífonos puestos. Una voz me dice: «No importa lo que hagas, vas a morir».

En el cielo, el sol dibuja un eterno ocho acostado sobre la tierra, su luz avanza sobre un sendero de flores petrificadas mientras se prepara al encuentro lunar de esta noche.

Frente a mi, una serpiente arcoíris engulle incesante su germen y bajo su amoroso vientre abre un portal a las ánimas. Hay que entender que ese portal puede cruzarse, que es la entrada al reino interior, donde los nombres arden y el Dios de las cosas espera sentado su proclamación. Cuando lo descubro, doy un paso y me dejo caer, la tierra tiembla, el mar se aleja. Algo está muy mal dentro de todos nosotros y estamos a punto de averiguarlo.
Me siento a espera la vuelta de las aguas.

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El perfume del viento,
un pócima de tierra con sangre de mar para volar sobre el agua.
Me entrego al vacío, sin destino,
quiero beber de las nubes el sabor de las lágrimas de la tierra.

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Un grupo de gigantes se adentra en su cueva cargando al día,
detrás, los astros abren los ojos de la noche.
Resplandecientes bestias que huyen con pavor,
lo supieron al instante, el mar, la montaña, la noche, el corazón,
su luz presentía el gran impacto del astro.

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Tsunami

Dios vive detrás de la finísima quietud del transcurrir,
pero es el cataclismo el que habla en su nombre.
Un incendio en el cielo azotó al mundo esa noche,
rugientes y oscuras tempestades lanzaron el mar sobre la tierra

y si vivir es olvidar, al final de la cuenta larga, la gran memoria permanecerá

y el nombre y lo nombrado serán uno de nueva cuenta.

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Con el rumbo perdido y desolado ante el infinito,
esa noche ofrecí mi corazón al cosmos,
y no fue un sacrificio,
sólo tomé mi cuerpo viejo y acabado entre mis brazos,
me acerqué a la orilla del río
y lo entregué con suavidad al eterno fluir.
El río lavó mis lagrimas,
me levanté y seguí mi camino.

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Cuando era niño, tenía pavor a las arañas, así que un día tomé una y la tragué viva. Ahora mi mente está infestada de ellas, fueron comiendo una a una las neuronas, remplazaron con sus patas las conexiones, y mientras pienso en ti, millones de ellas devoran mis ojos y tu recuerdo arde fulguroso en su saliva.

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San José Pacífico, Oaxaca:

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2 comentarios en “El extremo de más allá del mundo

  1. me agrada tu forma de narrar, no buscas lineas «bonitas» simplemente escribes con una honestidad que no puedo más que admitir que me gustaria seguir tus pasos como escritor… al menso el valor estético de tu obra así lo atestigua… un saludo muy afectuoso por compartir tu existencia, bye

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