Estadio Olímpico de Berlín
La perfecta simetría, la luminosa apertura, la grandeza de los ángulos, las seis torres en homenaje a los seis pueblos germánicos, no es coincidencia que la arquitectura refleje los ideales de quienes representa y el estadio olímpico de Berlín se mantiene como uno de los pocos íconos nazis en pié en la actualidad. El poder siempre busca esos grandes ideales para convocar adeptos, por eso no hay que dejarse engañar, esa dorada luz que se alza como un obelisco hacia el Sol oculta una profunda sombra, la sombra del fascismo, la ilusión de sentirse superior a los demás y su consecuente desprecio, la verdadera sabiduría no suprime su sombra, la integra y expone sabiendo que la batalla entre ambos lados es permanente, la paz se consigue en el balance. Dice Nietzsche: afirmar la maldad para conocerla, y comprenderla es comprendernos; al afirmarla podemos reconocer que no hay maldades en el sentido metafísico, como tampoco hay virtudes en el mismo sentido, las ideas morales son un eterno vaivén y solo es estable la búsqueda de conocer a cada instante tanto como sea posible, el conocimiento amplio otorga la perspectiva y templanza necesarias y suaviza cuanto de salvaje hay en la naturaleza humana.
Probablemente el estadio se mantuvo porque también fue un contundente símbolo de la derrota de los Nazis cuando el afroamericano Jesse Owens ganó cuatro medallas de oro frente a Hitler poniendo en entredicho la supuesta supremacía blanca. En Alemania se dice que la oscuridad de su historia no se afronta derribando un edificio, sino contando lo que ahí pasó con una placa o un museo.
Entrar al estadio es una experiencia poderosa, la historia parece emerger de cada rincón, di una vuelta buscando una posición energética desde donde hacer una foto, esta energía que emanan los espacios es un tipo de resonancia visual que se siente con el cuerpo entero, como las líneas magnéticas de un imán, la fuerza se acumula en ciertos puntos, de entre ellos, fui atraído como la aguja de una brújula a uno en particular, el asiento 38C, el punto de equilibrio entre dos bandos que permite ver la acción del estadio entero a igual distancia, que no se pone al frente de todos, ni tampoco muy detrás. Curiosamente, al igual que en muchos otros estadios, el asiento central es un número doble, tal vez para evitar la disputa por el punto medio central exacto, y aún en el balance, tener otro balance, una doble opinión, nunca una certeza absoluta, asiento 38 centro izquierda y 38 centro derecha, el espectador elige. De entre los dos se eleva una tercera vía, la visión de unidad que no separa entre bandos, solo mira los hechos y sus consecuencias.
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