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La aventura de lanzarse al otro lado del mundo con poco o casi nada de dinero no resultó muy bien en Berlín, no pude cumplir casi ninguna de mis expectativas, lo que comprueba que las expectativas con frecuencia están equivocadas, no importa que tan fuerte creamos en algo, que nuestra razón nos diga desde múltiples perspectivas que algo es cierto, aún que nuestro corazón haya desarrollado intuiciones que creemos verdaderas, si suponemos desde alguna base errónea, como diría Spinoza: si actuamos desde el afecto a una idea equivocada, nuestras ideas serán equivocadas. El error puede ser algo tan circunstancial como el tiempo que tomará alcanzar las metas, pero en 22 días no hice ni un sólo amigo, ni pude mostrar, ni vender mi trabajo en ningún lado, intenté seguir su orden, pagar un espacio en una feria de arte, pero no conseguí el lugar, medio desesperado, intenté en el espacio público pero ahí sólo obtuve indiferencia, y el reclamo en alemán de una persona mayor, no comprendí pero se entiende que si uno no respeta el orden del capital, será rechazado. Orden que por cierto mira con igual indiferencia al indigente y los muchos que viven bajo los puentes, porque incluso ellos tienen acceso a ese orden en calidad de recolectores de envases (beber cerveza por la calle desde las 9 am es un popular deporte berlinés que da un pobre sustento a quien cambia botellas vacías por unos centavos). Cada comunidad decide sus propias maneras y respeto eso, pero muchas veces es el capital el que en realidad decide el orden y a mi me gusta generar caos donde sobran reglas injustas, y orden donde se ha perdido la armonía, por mi parte, agradezco al error todo lo que tiene para enseñarme.
Esperé encontrar una ciudad vibrante, moderna, lo que no esperé fue sentirme viviendo en una gran extensión de colonia Condesa en la Ciudad de México, y no encajo en un lugar donde hay muchos privilegiados y las apariencias son indispensables para ser parte, por todos lados se anuncia lo «trendy, fashion o queer» y cosas así de la modernidad global; divago por antiguas calles y en mis visiones la modernidad parece tan temporal, tan falta de sentido. Por lo demás lo inesperado fue emocionante: una tarifa global de transporte de 9 euros que me permitía divagar libre por toda la ciudad sin pasar un solo torniquete o control, me sorprendió lo poco que se cruzan miradas por la calle y por lo mismo un lugar para mirar o ser invisible, el increíble calor del verano a estas latitudes, lo común de la desnudez o el sexo en los parques, el orgullo de haber podido vivir en una de las economías más caras de Europa con tan pocos recursos, en mi último día en Berlín hice un balance de los 566 € gastados en 22 días:
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Los datos hablan del orden económico por el que pasé, como que casi el 90 por ciento de mis gastos sean por una habitación con cocina y alimentos, es decir, lo necesario en relación a lo secundario o lo circunstancial, como una multa de 50 € (negociada de un inicial de ¡1000!) por accidentalmente encender mi aplicación de torrents y terminar la descarga de una película que a los pocos días me mereció una demanda legal por correo. Sin esa multa los gastos básicos suben al 98% del total.
Para dar contexto a los gastos de comida, el precio de un café por la calle rara vez baja de 4.50 €, o unos 90 pesos mexicanos y el de una comida callejera como un kebab, rara vez baja de 6 € o 120 pesos. No diría que es fácil vivir así, el gran lujo de los europeos es que alguien cocine para ellos, tomar una copa o sentarse a cenar en una terraza, lujos que puedo prescindir porque igual mi economía me da la posibilidad de una vida vibrante, llena de instantes y lugares interesantes, no vivo mal, comí bien, dormí bien, paseé mucho, ≪lo bueno se consigue fácil≫ dice Epicuro.
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