Cansados de la creciente rutina en que nuestras vidas fueron cayendo luego del viaje del año pasado, ese adormecimiento de los sentidos que implica tener una vida y un trabajo en la ciudad, Dariela y yo hemos decidido irnos de viaje a la Ciudad de México. Decidimos hacer de la vida cotidiana un viaje, tomar a la vida de frente y seguir aquel precepto de hacer lo que se quiere con lo que se tiene. Hacer de lo efímero de la vida una obra de arte que, en su conjunto, sea profunda y poderosa. Hacer de la vida un homenaje al acto de vivir, un acto mágico de autotransformación.
Nos vamos de viaje a la ciudad ante el absurdo que significa no poder vivir como se quiere sólo por vivir en una ciudad.
Irse de viaje con la maravillosa posibilidad que da tener una bicicleta, una movilidad que amplía las posibilidades como si la ciudad entera estuviera al alcance del vecindario.
Viajeros en casa es también una serie de proyectos inspirados en la vida de viaje:
El proyecto inicial: un acto simbólico para el subconsciente.
Llegar a la Ciudad de México y, como en esto de los actos mágicos podemos inventar lo que se nos dé la gana, decidimos llegar a la ciudad vía tren, estación Buenavista.
Con nuestras bicis, una mochila pequeña, nos hicimos una foto que marcara ese momento:
Enseguida, como en cualquier viaje, andamos hasta un hotel, pedimos una habitación con vista a un parque, salimos a tomar una cerveza, una noche de recién llegados. Celebrar como acto de creación.
Es un acto para creer, porque si el subconsciente lo cree, la mente lo hará real.