Aquel pequeño mundo era un tecno organismo, un lugar diseñado para llevar una vida simple y afable, un estado de conciencia cristalina. Había sido dejado por una civilización anterior desconocida que logró fusionar su tecnología con la naturaleza. Un único y solitario habitante llamado Terra miraba al faro que procesaba la energía de su mundo desde siempre, y decimos desde siempre porque en aquel mundo no se contaba la Historia, había día, noche y estaciones que creaban cambio constante, pero ahí se vivía en un tiempo sin tiempo donde siempre había sido así, y la vida sólo sucedía a cada instante, las plantas crecían y morían, y aunque Terra no sabía siquiera si algún día moriría, pensaba que ese asunto no le incumbía, como el Sol que no teme a la noche. Con su mochila cargada de semillas y su ingenio, se lanzaba cada día a trabajar en lo que llamaba a su atención, y eso que lo llamaba, no era más que su alma, que era como un vehículo que le permitía ir con su imaginación a los lugares más insospechados, le bastaba sentarse o quedarse quieto unos momentos y una puerta se abría y le permitía presenciar instantes de la eternidad, pero no cualquier instante, pues ya se sabía que lo que abunda en el universo es la nada y eso sería aburridísimo. Él podía presenciar momentos de conciencia, lo pensado y sentido que habían dejado una huella fuerte en el tejido del tiempo, un tipo de energía que formaba una vibración de onda antiquísima que se expandía por todo el Universo en un patrón identificable. El pequeño planeta al desplazarse alrededor de su estrella transitaba estos patrones que Terra podía captar como una radio, era el río de la conciencia en el que sumergía su rostro.
En ese momento presenció un instante con una señal muy intensa. Era el último día de un viejo planeta, habían fallado todos los intentos por desviar un asteroide que lo destruiría y una persona se lamentaba en lágrimas ante cielo, –Se perderán todas las historias, toda la belleza, todo el amor–. Entonces alguien se acercó a consolarle: –¿No escuchó de Terra, el niño que escuchará las historias del mundo? Hace unas semanas se puso en órbita su mini mundo; él recolectará y convertirá en semillas la memoria eterna de la vida que tal vez un día alcanzará otros mundos–. Terra despertó súbitamente de aquella visión. Se había visto por primera vez en la memoria de alguien más, su corazón dio un salto y con él su conciencia lanzó una poderosa de sus ondas al universo. En ese momento comprendió la frase grabada en oro a la entrada del faro, hacía alusión a las últimas palabras de un humano notable: «Todas las cosas condicionadas están sujetas a desaparecer —buscad constantemente la liberación en aquello que es eterno». Siddhartha Gautama
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Composición fotográfica a partir de 70 imágenes individuales.
Torre del reloj. Plovdiv, Bulgaria.
Agosto, 2023