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Los bienes raíces tienen un papel predominante en la acumulación de riqueza. Quien posee más de una propiedad, con algo de disciplina financiera puede generar ingresos que le permitan seguir comprando vivienda y así vivir de la renta; y ya que ésta ocupa gran parte del ingreso, es posible decir que vivir de la renta es vivir de la explotación del trabajo de alguien más.
Tener una vivienda propia o de familia es solo un sueño para casi la mitad de la población, según estima la ONU, para ellos solo queda rentar a otros un espacio en este mundo. ¿Así que será posible transitar a un mundo sin renta?, y más allá, ¿a otro donde abrigo y sustento sean garantía de cualquier individuo?, ¿no sería la vida más fácil y equitativa para todos sin ese yugo? El sustento y abrigo como derecho humano y constitucional de cada país, nos obligaría a usar lo que está ocioso, y a construir nuevas ciudades que también nos alimenten, un motor de desarrollo que solo se podría construir bajo un nuevo modelo post económico, uno que NO nos lleve a un abismo ecológico, que sea verdaderamente orgánico y sustentable, ¿y es comprensible la necesidad de financiar tal desarrollo a través de dinero público?, ¿no beneficia eso sin distinción de clase?, haciendo así innecesaria la absurda lucha de clases que surgió desde la invención de la propiedad a finales del neolítico. En un mundo así, los beneficios de vivir en paz serán evidentes desde los más ricos que apreciarán la simpleza y belleza de la vida austera; a los más pobres que descubrirían lo poco que necesita la persona para vivir bien en una polis, una ciudad porvenir.
¿Qué puede hacer eso posible?, voluntad política (de los integrantes de la polis), es decir, voluntad del cincuenta por ciento que posee un bien, para reconocer la primaria necesidad del otro como intolerable aún a costa del propio beneficio, porque –no se puede estar bien si mi vecino no lo está–, es decir que seremos libres en la medida que el resto sea también libre, es una idea mínima de convivencia, un tipo de inteligencia colectiva, ya que la verdadera inteligencia es saberse no separado del entorno y por tanto no atentar nunca contra él, la verdadera inteligencia es armonía y hace emerger belleza, la libertad es un estado de esa conciencia. Y esa voluntad de la gente, de ser honesta y justa, vendrá como el sueño del grupo que a veces se manifiesta en unos cuantos emprendiendo una revolución de conciencias, una cruzada a las instituciones culturales que dominan el mundo con tiranía y estupidez para construir otras, orgánicas, ricas en humanidad, con alta inteligencia, una cruzada a los señores de la guerra para acabar su negocio con paz y bienestar, un futuro solar, solar-punk, ¿porqué no?, al fin y al cabo de las culturas mesoamericanas nacieron pueblos solares, que significa que fueron pueblos de fuerza y conocimiento, con sentido de pertenencia y unidad cósmica. Razas energéticas, alegres, rebeldes por naturaleza, transformadoras de su realidad.
El punk es no pedir permiso para ser quién eres; es rebeldía ante la falsedad social, salir a romper lo que está mal, lo corrupto, lo podrido, una expresión de común-unidad entre los marginados y los diferentes; «El punk es hacer lo que quieras hacer, punk es libertad» dijo Patti Smith; y en un estado de paz y bienestar global, esa libertad es casi ilimitada, en especial en el sentido de la creatividad, que sin temor puede volar y explorar las infinitas posibilidades de lo humano y expandirse. El punk es sobre ser honestos y encontrar el camino propio sin que nadie lo dicte, una revolución radical de los principios económicos, una reinvención de los estereotipos e instituciones que nos gobiernan y un conservadurismo en los valores fundamentales, la fraternidad, el respeto a los otros, a la tierra.
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