…
¡Encontré un pequeño espacio de libertad!, un lugar donde poder vender mi trabajo, libre del mercado del arte y del mercado laboral, independiente del permiso de un gobierno o de cualquier organización, y puede parecer banal o necia esta búsqueda de independencia, pero creo que las personas podemos ejercer libre y responsablemente el derecho a explorar las posibilidades de la vida aunque salten del camino tradicional. Estamos tan acostumbrados a creer en la necesidad de un Estado que no podemos imaginar la posibilidad de algo distinto, creemos tan poco en nosotros, que no nos atrevemos a tomar responsabilidad de nuestras vidas y en cambio las entregamos al control ajeno, el estado, la religión, la sociedad. Ser dueño de cada una de nuestras acciones implica asumirnos como personas completas, que son su propio soporte y desde ahí parte su relación con los demás, dice Séneca: «Indaga un poco en la vida de cualquiera con cierto reconocimiento y verás que éste es servidor de aquel y aquel de otro, ninguno es su propio dueño».
No me preocupa si mis acciones «rompen» las reglas, una acción ética es aquella que sirve al bien común, y por tanto lo bueno, lo moral, es apropiado por la tradición y convertido en regla de convivencia como una costumbre que no exige reflexión, un tipo de sabiduría colectiva «garantizada≫ . El problema es que con frecuencia la tradición olvida y distorsiona en el tiempo el propósito de sus normas y se pierde su sentido (su ethos o su ética), así se entiende por ejemplo que el egoísmo no sea menos mal visto que el altruismo aunque este último sea mucho más útil al bien común. La costumbre se instala como una verdad única y no se cuestiona si el mismo grado de bienestar podría alcanzarse con otras maneras. Lo útil es siempre cambiante pero la tradición está diseñada para no cambiar, así se convierte en un instrumento para quien se afianza en una posición de poder para mantenerse ahí. El violento, el poderoso ejerce su dominio sobre los más débiles o desposeídos, y se ha tomado por la fuerza el derecho a ello, o mejor dicho, no hay derecho que se lo impida, así que bajo la misma lógica, tomo el derecho de exponer mis trabajos en el espacio público, porque aun sin la voluntad o el capital para pagar un local comercial todos deberíamos poder generar ganancia del trabajo propio y original, así que lo expongo de manera responsable en el espacio público, sirviéndolo tanto como sirviéndome de él, es decir sin la intención capitalista de tomar el dinero de la gente con el menor esfuerzo posible, sino dando a cambio un valor que sobrepasa lo monetario, como el músico callejero, aporto mi energía al espacio, comparto historias, escucho a quien lo necesita, procuro el bienestar general sobre el individual y esa responsabilidad constante y cambiante me abre espacios de libertad y no hay derecho que me lo impida porque siempre podré tomar mis cosas y moverme a un sitio más amable.
La libertad nunca es absoluta en términos de una vida humana, pero en la vida de viaje siempre aparecen espacios de libertad donde refugiarse.
…
Split, Croacia